Hay un punto en la vida en la que miras hacia atrás, y te das cuenta que lo que queda hoy son los recuerdos. He tenido momentos malos, buenos, peores y mejores y siempre intento quedarme con el mejor granito que hay de ese montón de años. Ahora, es cuando reflexionas tumbada en la cama mirando a la nada si todo lo que has vivido vale la pena. De aquellas amistades que iban a ser eternas, las fiestas y las risas, de aquellos suspensos y de aquellos aprobados, de aquellos sueños que teníamos de niños, el presente que nos hemos ganado, de las peleas, las reconciliaciones, de las canciones con las que lloramos y con las que nos quedamos sin voz un sábado por la noche y con un par de zapatos rotos de tanto bailar... Son momentos que en el momento no se aprecian tanto como con el paso del tiempo. Por eso no hay que dejar que un recuerdo te atormente y hay que mirar el lado positivo de las cosas, porque lo que vivimos no se va a repetir dos veces.


Aunque no lo queramos ver todo tiene un lado bueno, el vaso medio lleno. Cuando apendamos a ver eso, es que vamos a ser felices.